martes, 12 de julio de 2011

Una Hamburguesa de Burger King


¿Cuál es la hamburguesa más sabrosa?... ¿la que tenga la mejor carne?, ¡tal vez sea la que lleva queso!, o.... muy posiblemente la que lleva tocino... ¿O todo junto al mismo tiempo?, ¿o con piña como las Hawaiianas??
Para Vianney existe un ingrediente mucho más sabroso que el tocino, la piña, el queso o la misma carne bien preparada... y éste es el amor. Tal vez suene cursi, pero para quien está flotando en las nubes del enamoramiento, no existe mejor combinación culinaria.

Además del amor está la compañía del ser amado y la plática grata de éste, porque toda plática del ser amado es grata, grata e interesante. Y no sólo eso, esa plática se convierte en la más amena que cualquier relato lleno de la mayor riqueza literaria.

Todo esto y las breves e intensas caricias que se iban apareciendo como fugaces destellos en medio de la penumbra gris que representa la ausencia de contacto del amado ser, ese a quien el corazón tiene apuntadas todas sus baterías, le da sabor a cualquier bocado, y lo convierte en el más exquisito manjar que pudiera apetecer cualquiera, porque una pieza gastronómica al lado de quien es la razón de nuestros desvelos, o dicho de otraforma, junto a ese motorcito que nos hace voltear al cielo y decirle: ¡Es cierto! ¡Existes!... O al llegar a ese oasis dentro del más seco desierto que nos sale al paso, que también se convierte en esa melodía apacible en medio del bullicio del corazón y que lo llena de paz y felicidad.

Para él, ella tenía la mirada más bella, la sonrisa esperada y el porte más hermoso aquel día. Los suspiros de ambos parecían brotar como aquel suave vaivén de las olas en una apacible pero candente playa, y lo más fuerte: Una tensión estaba atada entre los dos, porque no había oportunidad en ese sitio de tomarse el uno al otro, era un lugar público donde no podían darle rienda suelta a todos aquellos ímpetus que los había llevado con la fuerza de una sonora cascada a ese lugar.

A medida que se tocaban sutilmente y se acariciaban con la mirada, con sonrisas insinuantes y ardientes ademanes, la tensión crecía. Ella devoraba a su amado con los ojos mientras degustaba con delicadeza la hamburguesa. Mientras ingería poco a poco el platillo con su boca, con sus deseos se comía salvajemente al objeto de su cariño.

Terminaron. Había sido una prodigiosa comida, llena de un florido aroma de esperanza, de volverse ver, de luego poder tocarse más y de ser capaces muy pronto de tenerse el uno al otro plenamente, en ese fuego húmedo y palpitante que se desliza alrededor de la pasión libre y abierta que los quemaba. Pero eso bastaba, de momento ¿Qué podría ser más valioso que la seguridad de saberse amado por el ser amado?

¡Pero no!, ¡algo faltaba!, por eso en un rincón de una escalera, lejos de las indiscretas miradas de los extras de esta historia, los protagonistas se fundieron breve pero intensamente en un beso. Esta vez, largo y extendido, con un abrazo que los hubiese convertido en una prístina flama fulgurante, de no haber sido por aquellos pasos de un inoportuno transeúnte, que junto con su familia interrumpió la magia... pero ahora sí, era suficiente... de momento.

martes, 28 de junio de 2011

Un beso para Vianney


Sus pasos eran cortos e inciertos, ella no sabía a donde se dirigían, pero gustosa se dejó guiar.
Caminó sonriente y con los ojos llenos de esperanza y rubor, miraba a su amor como se mira a un cometa, que luego de mucho de no ser observado en el firmamento se deja ver.

Caminó y caminó divertida mientras era jalada por aquel brazo que la había buscado por tanto tiempo para cubrirla y estrecharla, sintiendo esa mano añorada que la conducía hacia un sitio ruidoso, esa mano que mucho tiempo atrás había recorrido los lugares más sensibles de su ahora impaciente cuerpo, que se movía confiado y ligero cual hoja movida por una brisa suave y generosa.

Entró a un espacio lleno de máquinas de monedas. Aparatos con pantallas de juegos que no conocía y que ni siquiera le interesaban, sin comprender el porqué del destino, se dejó llevar, el amor la arrastraba hasta un rincón donde había un juego a manera de cabina de automóvil. Entonces su cómplice, su amor secreto, le invitó a entrar, y ella extrañada lo hizo.

Y es que aquel juego de monedas y de pantalla de plasma era el lugar más escondido de aquel sitio lleno de espacios comerciales y restaurantes, llenos sobre todo de gente, aquel rincón por ello, era el perfecto lugar para que él con toda ternura, le robara un beso.

Luego del atraco, sus brazos se entrelazaron para que sus almas pudieran fundirse nuevamente luego de tanto tiempo. Aquellas almas eran como aquel cordero sediento que tras una larga travesía en un desierto, donde lo único que se puede ver es sol y arena, se encuentra con un fresco y sombreado oasis, un oasis de esperanza y frescura tales que devuelven a cualquier caminante la fuerza para continuar ese duro sendero de la cotidianidad de cada día.