martes, 28 de junio de 2011

Un beso para Vianney


Sus pasos eran cortos e inciertos, ella no sabía a donde se dirigían, pero gustosa se dejó guiar.
Caminó sonriente y con los ojos llenos de esperanza y rubor, miraba a su amor como se mira a un cometa, que luego de mucho de no ser observado en el firmamento se deja ver.

Caminó y caminó divertida mientras era jalada por aquel brazo que la había buscado por tanto tiempo para cubrirla y estrecharla, sintiendo esa mano añorada que la conducía hacia un sitio ruidoso, esa mano que mucho tiempo atrás había recorrido los lugares más sensibles de su ahora impaciente cuerpo, que se movía confiado y ligero cual hoja movida por una brisa suave y generosa.

Entró a un espacio lleno de máquinas de monedas. Aparatos con pantallas de juegos que no conocía y que ni siquiera le interesaban, sin comprender el porqué del destino, se dejó llevar, el amor la arrastraba hasta un rincón donde había un juego a manera de cabina de automóvil. Entonces su cómplice, su amor secreto, le invitó a entrar, y ella extrañada lo hizo.

Y es que aquel juego de monedas y de pantalla de plasma era el lugar más escondido de aquel sitio lleno de espacios comerciales y restaurantes, llenos sobre todo de gente, aquel rincón por ello, era el perfecto lugar para que él con toda ternura, le robara un beso.

Luego del atraco, sus brazos se entrelazaron para que sus almas pudieran fundirse nuevamente luego de tanto tiempo. Aquellas almas eran como aquel cordero sediento que tras una larga travesía en un desierto, donde lo único que se puede ver es sol y arena, se encuentra con un fresco y sombreado oasis, un oasis de esperanza y frescura tales que devuelven a cualquier caminante la fuerza para continuar ese duro sendero de la cotidianidad de cada día.